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viernes, 4 de mayo de 2018

(Des) Fragmentos I

El día que nací me entregaron una mochila. Recién llegada al mundo, no sabía lo que era aquello. Puse cara de interrogante, nadie me explicó nada. Durante mis nueve meses de vida, mis principales ocupaciones fueron comer y dormir, así que no le hice mucho caso. Un día, sin venir a cuento, me empezó a gritar. Me quedé pasmada. ¿Y esa cosa por qué grita? Volví a poner cara de interrogante. Mamá me lo explicó todo: es que te la tienes que echar al hombro, hija mía, es para que guardes todas tus pertenencias. Llegado a este punto lo único que se me ocurrió fue cerrar los ojos y seguir durmiendo, a pesar de los gritos.


jueves, 3 de mayo de 2018

Fragmentos II

Hay días en los que te sientes confusa. La niña que llevas dentro se asusta. No encuentras la forma de calmarla. Piensas en las amigas que saben de qué va el tema.  Viven el susto cómo tú. Coges el teléfono. Pides ayuda. Escucha. Comprensión. Calor. Aparece de nuevo la luz y se abre el camino hacia la serenidad. Gracias a todas las que estáis y las que estuvisteis.


martes, 1 de mayo de 2018

Fragmentos I

Ayer bajé a última hora a contemplar el mar desde el espigón. Tenía la cabeza llena de lenguaje jurídico, tan ambiguo y poco humano. Necesitaba transformarlo en algo hermoso. Lo conseguí abriendo mi mirada hacia la belleza de este océano infinito, vivo, cambiante, con el que convivo cada día. La espuma efervescente, la caricia salina, la luz, siempre la luz que me lleva de vuelta a casa.

  

lunes, 23 de abril de 2018

Asedio en Gaza

                          

Querida madre:

Desearía tenerte aquí para abrazarte, para sentir el calor de tus brazos amorosos. Me paso las horas pelando cebollas, como si hubiera perdido el juicio, pero lo hago para mantener la calma. Ese gesto me permite concentrarme y evadirme, por momentos, de la situación que se vive ahí fuera. Cada cebolla es uno de esos crueles soldados que nos hostigan a diario. Clavo el cuchillo en el centro de su parte superior, trazo un círculo, retiro poco a poco las capas y disfruto de ese acto aparentemente insignificante, tan simbólico para mí. Es mi manera de expulsar la rabia, de resistir a este asedio que no sé cuándo se va a acabar. Cada cebolla pelada es uno de ellos degollado, eliminado de la faz de la tierra. Ahí las tengo, amontonadas a mi lado, sobre una bandeja verde. La esperanza sostiene a todos esos soldados a los que despojo de sus ropas, de sus armas. Sé que no está bien decirlo, madre, pero los odio, odio a estos israelíes que no nos dejan vivir.

He perdido la cuenta del tiempo que llevo encerrada. Primero llegaron en tanques, luego empezaron a pasear armados por las calles, después los francotiradores se encaramaron a los edificios y buscaron posiciones. Durante esos días podíamos salir, aunque nos disparasen con sus miradas y sus palabras. En la mañana del quinto día empezaron a escucharse detonaciones, gritos, gente corriendo por las calles. “Dios mío, vienen para quedarse”. Aseguré puertas, ventanas, las apuntalé lo mejor que pude. Preparé una habitación, la más aislada, para pasar allí mis horas. Y aquí sigo. ¿Cuánto tiempo llevo ya? Por el momento tengo agua, subsisto con guisos de repollo y cebollas. Las horas duran más de sesenta minutos, parecen durar días, meses, años e incluso siglos.
Durante el alto al fuego, el silencio se vuelve una amenaza, se cuela por los resquicios de puertas y ventanas, se pasea por la habitación como un fantasma. Ya no sé a qué temo más, si a los tiroteos, o a esta calma burlona que se sienta sobre el tejado y hace temblar los cimientos de esta humilde morada.

Qué hermoso era nuestro pueblo, madre, qué felices éramos allí. Miro las fotografías que yo misma tomé, nuestro hermoso olivo al lado de la puerta. Cuánta paz y luz hubo en aquellos años, quién nos iba a decir que nos tendríamos que marchar, abandonar lo que teníamos para vivir aquí, donde nada nos pertenece ¿Cuándo se acabará todo esto? ¿Cuándo volverá la paz? ¿Por qué no nos dejan vivir?

Te quiero, madre.  Espero que haya paz allá donde estés.


Primavera


jueves, 12 de octubre de 2017

Enjambre

Deposito un enjambre de palabras en tu garganta.

Provoco un incendio en tu estómago.

El humo fluye por tu interior.

El enjambre levanta el vuelo.

Un hormigueo te despierta.

Me miras.

Te miro.

Y un enjambre de palabras nos envuelve.